La hiperlipemia o hiperlipidemia se define como la elevación de la concentración de los lípidos de la sangre. El término «lípidos» es el nombre científico de las grasas. Dado que lo que realmente se eleva son las moléculas de unión entre lípidos y proteínas (lipoproteínas), algunos autores prefieren emplear la denominación de «hiperlipoproteinemia».
Los términos «hiperlipemia», «hiperlipidemia» e «hiperlipoproteinemia» se han usado desde hace mucho tiempo en la práctica clínica, Sin embargo, algunos autores prefieren hablar de «dislipemia», «dislipidemia» o «dislipoproteinemia». Estos términos reflejan mejor los trastornos del metabolismo y transporte de los lípidos y lipoproteínas.
Además, engloban no solo las elevaciones de los lípidos (hiperlipemia), sino también trastornos que se encuentran a menudo en la práctica clínica. Por ejemplo, la disminución del colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL) y la elevación de triglicéridos. En estos casos, la concentración sérica de colesterol puede estar normal.
Las concentraciones de los lípidos en la sangre son uno de los factores de riesgo más importantes de la ateroesclerosis en general y de la cardiopatía isquémica en particular. Las placas de ateroma captan el colesterol proveniente de la lipoproteína de baja densidad (LDL). Esto inicia y mantiene una reacción inflamatoria en la pared de la arteria que puede llegar a obstruirla.
En la mayoría de los casos, la hiperlipemia no provoca manifestaciones por sí misma. Por ello, se requiere la determinación de los lípidos en suero para diagnosticarla. En raros casos, la hiperlipemia provoca síntomas o signos clínicos directamente. La hiperlipemia es uno de los factores de riesgo mayores de ateroesclerosis y enfermedad arterial coronaria. Su tratamiento adecuado reduce las tasas de mortalidad cardiovascular y total. Por lo tanto, todas las actuaciones que se tomen frente a la hiperlipemia tienen una gran importancia para la prevención cardiovascular.
Los lípidos
El colesterol es un componente esencial de las membranas de las células de los mamíferos y a partir de él se forman los esteroides y los ácidos biliares. Es, por lo tanto, una sustancia necesaria y fundamental para el buen funcionamiento del cuerpo. Muchas funciones celulares dependen del colesterol de la membrana. La mayoría del colesterol contenido en el plasma circula en forma de ésteres de colesterol en el núcleo de las partículas de lipoproteínas.
Los triglicéridos están formados por un glicerol con tres átomos de carbono unidos a tres cadenas de ácidos grasos. Las moléculas de triglicéridos se transportan en el núcleo de las lipoproteínas. La ruptura de la molécula de triglicéridos libera los ácidos grasos, los cuales se usan como fuente de energía.
Las lipoproteínas son estructuras complejas compuestas por una cubierta de fosfolípidos y colesterol libre, un núcleo de ésteres de colesterol y triglicéridos, y unos componentes proteicos que se denominan apolipoproteínas. Se clasifican según su densidad en el plasma. Las ricas en triglicéridos son los quilomicrones y las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL). Las ricas en colesterol son las LDL (lipoproteínas de baja densidad) y las HDL (lipoproteínas de alta densidad). Básicamente, las LDL son las lipoproteínas que llevan el colesterol a los tejidos, mientras que las HDL son las que lo recogen y lo sacan de los tejidos.
Los macrófagos tienen receptores en su membrana celular que se unen a las lipoproteínas modificadas (especialmente las oxidadas). Esto hace que los macrófagos sean las células encargadas de eliminar las lipoproteínas. Estas se unen a su receptor y son introducidas dentro del citoplasma de la célula. Cuando el macrófago capta las LDL no oxidadas, se produce una disminución en la expresión del receptor. Por ello, deja de captar LDL, conduciendo a la eliminación de las mismas sin consecuencias patológicas.
Sin embargo, cuando el macrófago capta las LDL oxidadas, no se suprime la actividad del receptor, permitiendo que los macrófagos de la pared arterial acumulen abundante colesterol. Así, se convierten en células espumosas y forman parte de las placas de ateroma. Para llegar a los macrófagos cargados de lípidos, las moléculas de las HDL deben atravesar las células endoteliales de la pared arterial.
Metabolismo de los lípidos
El cuerpo humano necesita las grasas para vivir. Las grasas las obtiene a partir de los alimentos, principalmente los ácidos grasos esenciales que no puede fabricar. La grasa constituye en condiciones normales entre el 20% y el 40% de las calorías diarias. Los triglicéridos son la parte más abundante de las grasas ingeridas, y el intestino cuenta con unos mecanismos adaptados a su absorción.
Cuando los triglicéridos llegan en los alimentos hasta el intestino, sus moléculas son fragmentadas por las lipasas del jugo pancreático y disueltas por los ácidos biliares. Se forman así unas partículas que constituyen las denominadas «micelas intestinales». Estas son captadas por las células de la pared del intestino. Dentro de estas células, los ácidos grasos se unen al glicerol para formar triglicéridos. Estos, a su vez, se unen para dar lugar a los llamados «quilomicrones», los cuales pasan rápidamente al plasma tras las comidas.
En las células endoteliales de los capilares del tejido adiposo (tejido graso del organismo) y de las células musculares existe una enzima denominada «lipoproteína lipasa». Esta es la que rompe los triglicéridos y libera tres moléculas de ácidos grasos por cada molécula de glicerol. Las células musculares captan los ácidos grasos con rapidez, ya que les sirven como fuente de energía, necesaria para la contracción muscular. Las células adiposas almacenan triglicéridos como reserva para obtener energía en caso de necesidad. Otra parte de los ácidos grasos se unen a proteínas transportadoras y llegan al hígado, donde son empaquetados para formar las VLDL.
Dado que, cuando los humanos aparecieron en la Tierra y evolucionaron, el alimento no siempre estaba disponible, el organismo desarrolló un sistema para garantizar la disponibilidad de triglicéridos. Así se cubrían las demandas de energía en caso de necesidad. El hígado libera las partículas de VLDL, que son lipoproteínas ricas en triglicéridos, de un tamaño menor que los quilomicrones. Las VLDL son degradadas por la lipoproteína lipasa, liberando así los ácidos grasos. Las VLDL también intercambian los triglicéridos por ésteres de colesterol a partir de las HDL.
Este transporte bidireccional de los constituyentes entre las lipoproteínas tiene varias funciones. Entre ellas está la transferencia del colesterol desde la HDL a los restos de VLDL, para poder metabolizarlo en el hígado. Estos intercambios son importantes en el proceso de transporte inverso del colesterol. Después de que las VLDL pierdan triglicéridos, sus restos quedan constituyendo unas moléculas con mayor proporción de colesterol. Estas sufren cambios en sus proteínas, dando lugar a una lipoproteína remanente que se denomina «lipoproteína de densidad intermedia» (IDL), la cual es captada por el hígado.
Las lipoproteínas de baja densidad
Las moléculas de LDL de los humanos y los primates son las principales transportadoras del colesterol. Las células pueden obtener el colesterol que necesitan sintetizándolo a partir del acetato, aunque requiere muchas reacciones. También lo captan en forma de ésteres de colesterol a partir de las partículas de LDL. Dentro de la célula, el colesterol es separado de las proteínas de las LDL y utilizado para formar parte de la membrana celular y/o, en su caso, para sintetizar esteroides o ácidos grasos.
Todo el proceso se lleva a cabo mediante la actuación de un mecanismo en el que intervienen una serie de proteínas de las células que permiten la regulación de la entrada, metabolismo y salida del colesterol. Si entra suficiente colesterol a la célula, este mecanismo actúa para disminuir la entrada y la formación local de colesterol. La célula también incrementa la cantidad almacenada en forma de ésteres de colesterol y favorece la eliminación de colesterol al aumentar su movimiento hacia la membrana celular para su salida.
Las lipoproteínasa de alta densidad
Las moléculas de HDL sufren un proceso metabólico complicado y no bien conocido. Aproximadamente el 80% de las HDL se origina en el hígado y el 20% restante en el intestino. Las partículas de HDL contienen una proteína denominada «apo A-I», fosfolípidos e, inicialmente, poco colesterol. Cuando estas partículas contactan con la membrana celular, captan el colesterol asociado a la membrana y favorecen su salida de la célula, uniéndose a la molécula de HDL. La salida del colesterol de los macrófagos contribuye a la disminución del colesterol de los ateromas. La HDL también proporciona colesterol a los tejidos que producen hormonas esteroideas y ácidos biliares.
El denominado «transporte inverso de colesterol» incluye la captación del colesterol celular desde los tejidos extrahepáticos, como los macrófagos cargados de lípidos, por las partículas de HDL, y la captación de estas por los receptores hepáticos. De aquí pasan el colesterol a las lipoproteínas ricas en triglicéridos y a las partículas de LDL. Las HDL actúan, por tanto, como transportadoras del colesterol de los tejidos hasta el hígado.
Tratamiento de la hiperlipemia
El mayor inconveniente de las hiperlipemias suele ser el incremento del riesgo cardiovascular. Esto hace que los pacientes sufran infartos, ictus y otras complicaciones vasculares. Por ello, las medidas terapéuticas son muy importantes, ya que permiten reducir este riesgo. En muchos casos, en las hiperlipemias influyen de forma importante los factores ambientales, como son los cambios en el estilo de vida (dieta, sedentarismo y obesidad abdominal).
Por ello, en la base del tratamiento de las dislipidemias, los cambios importantes en el estilo de vida, como son la reducción de las grasas en la dieta, especialmente las grasas saturadas, y el ejercicio físico mejoran el pronóstico cardiovascular. También se recomienda el abandono del consumo de alcohol, sobre todo en caso de hipertrigliceridemia. Los pacientes con hiperquilomicronemia deben ingerir ácidos grasos de cadena corta (que no se incorporan en los quilomicrones).
Es necesario controlar las otras patologías que pueden influir en las concentraciones de los lípidos plasmáticos, como son la diabetes, obesidad y el hipotiroidismo. Asimismo, es preciso valorar si el paciente recibe medicación que produce hiperlipemia, por si fuera posible suspenderla.
Por último, la decisión de tratar la hiperlipemia con medicamentos depende del riesgo cardiovascular global. En este sentido, las estatinas son los fármacos de elección para la hipercolesterolemia, aunque en algunos casos puede ser útil la ezetimiba sola o asociada a una estatina. En pacientes con hipertrigliceridemia se utilizan los fibratos, pudiendo también ser efectivos los ácidos grasos omega-3.