Desde hace tiempo se han destacado los riesgos del aceite de palma. En 2017 se reactivó la guerra contra el aceite de palma, como si fuera un nuevo producto tóxico que nos está matando. Se ha llegado a asegurar que es un veneno silencioso, muy extendido y letal. Además, se aduce que las plantaciones de palma para obtener el aceite han llevado a la eliminación de selva virgen y a la explotación infantil.
El consumo
El consumo de aceite de palma en la alimentación humana es bastante antiguo. Los aceites de coco y de palma fueron las principales fuentes de grasas dietéticas durante siglos en la mayoría de los países de África Occidental. Sin embargo, desde hace ya bastantes años, su consumo se ha reducido en estos países. Esto ha sido debido a la publicidad de que estas grasas son altamente saturadas y , por lo tanto, poco saludables.
El consumo de grasas saturadas se asocia a un mayor nivel de colesterol en la sangre, lo que aumenta el riesgo de enfermedad coronaria. Ya desde finales de los años 50 del siglo XX, se anunció que la epidemia de enfermedades del corazón en los países industrializados era por causa de las grasas vegetales hidrogenadas.
La respuesta de la industria del aceite comestible en dichos países en ese momento fue afirmar que era solamente la grasa saturada en los aceites hidrogenados la que causaba los problemas cardiovasculares. Esto se siguió de campañas contra las grasas saturadas. Por lo tanto, contra los aceites de origen tropical, lo que fue potenciado, sobre todo, por algunas empresas multinacionales. Incluso agencias gubernamentales en los Estados Unidos.
Junto a esto, se empezaron a extender las campañas a favor de los aceites derivados de las semillas, como el de maíz, girasol y soja, ricos en ácidos grasos omega-6. En los Estados Unidos esto supuso unas importantes ganancias económicas, ya que se redujo el uso del aceite de palma y se favoreció el de los productos locales. Esta publicidad adversa para los aceites de coco y palma se extendió por todo el mundo. Incluso a países en vías de desarrollo, en los que la prevalencia de enfermedades cardíacas es muy inferior a la de los Estados Unidos.
El aceite de palma se utiliza en multitud de productos alimenticios elaborados, como son margarinas, galletas, dulces y bollería industrial, entre otros. La extensión del consumo de estos productos ha llevado a que la ingestión de grasas saturadas se haya incrementado significativamente. Según la OCDE, cada ciudadano europeo consume casi 60 Kg de aceite de palma al año.
Los efectos
En las últimas décadas muchos estudios se han centrado en los posibles efectos no saludables de las grasas saturadas en la dieta. Pero todos los resultados no han sido homogéneos. En modelos animales la dieta suplementada con grasas saturadas induce una tolerancia alterada a la glucosa, que puede atribuirse a la reducción de la sensibilidad a la insulina. Sin embargo, los estudios realizados en seres humanos han mostrado diferentes efectos sobre la incidencia de diabetes mellitus.
En cuanto a los efectos de las dietas ricas en grasas saturadas sobre el aumento del riesgo cardiovascular en humanos, se han reportado resultados contradictorios. Una cantidad creciente de pruebas ha puesto de manifiesto los efectos negativos del exceso de grasas saturadas sobre el colesterol sanguíneo y la función mitocondrial mediada por el estrés oxidativo. Sin embargo, hasta ahora no se ha proporcionado evidencia clara que demuestre inequívocamente la asociación entre el consumo de aceite de palma y el aumento del riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular. Sobre todo en sujetos normo-colesterolémicos que asumen la ingesta recomendada de grasas.
En algunos estudios se ha observado que el consumo de aceite de palma no es tan perjudicial en comparación con la grasa animal. Esto apoya la hipótesis del bajo poder aterogénico de este aceite cuando se asume en dietas balanceadas. Los efectos adversos podrían ser debidos a un desequilibrio en el consumo de los diferentes tipos de grasas. Estas consideraciones sugieren que se necesitan investigaciones más rigurosas para definir las ventajas y desventajas netas inducidas por el consumo de aceite de palma sobre la enfermedad cardiovascular.
Otros estudios, sin embargo, han mostrado que la grasa saturada del aceite de palma parece tener los mismos efectos sobre el colesterol LDL que la grasa animal. También se ha observado un aumento significativo del colesterol LDL por el aceite de palma en comparación con los aceites vegetales bajos en grasas saturadas.
Las consecuencias
El aceite de palma tiene el menor costo de producción entre todos los aceites vegetales. Representa una importante fuente de ingesta de grasas saturadas en muchas economías emergentes. En estas la incidencia de enfermedades cardiovasculares ha aumentando rápidamente, hasta convertirse en una verdadera epidemia.
Es cierto que la incidencia de enfermedades cardiovasculares ha ido en aumento en paralelo al consumo de grasas saturadas. Pero algunos autores consideran que esta no es la única causa e, incluso, que no es la principal. El incremento de la ingesta de ácidos grasos omega-6, como ha ocurrido en Estados Unidos, no se ha seguido de la correspondiente reducción en la incidencia de infarto de miocardio e ictus. Según algunos expertos, el problema también reside en el equilibrio entre los ácidos grasos omega-6 y los omega-3, pues el consumo de un exceso de omega-6 puede ser perjudicial.
Otros productos que también tienen importancia en el riesgo cardiovascular son aquellos ricos en grasas trans. Está demostrado que estas grasas aumentan el estrés oxidativo y favorecen la ateromatosis. Por lo tanto, la enfermedad cardiovascular podría ser causada por todos estos factores más que por el consumo aislado de grasas saturadas.
En algunos estudios se ha observado que el aceite de palma, además de aumentar el colesterol LDL de la sangre, también eleva el colesterol HDL , el cual tiene un efecto protector frente a la ateromatosis. Por lo tanto, el efecto negativo sobre el LDL se podría ver compensado por este efecto beneficioso sobre el HDL.
Por otro lado, el elevado consumo de aceites de palma y coco en los países de África Occidental no se asociaba a una mayor incidencia de enfermedad cardiovascular, y la reducción en el consumo de estos aceites en dichos países no se ha seguido de una disminución de dicha incidencia.
Es más, en algunos estudios se ha demostrado que los aceites de coco y palma pueden tener un efecto beneficioso en la prevención de las enfermedades del corazón. Incluso, de una amplia variedad de problemas de salud crónicos, como la diabetes y el cáncer. Así como ser útiles para prevenir y tratar enfermedades infecciosas. Sin embargo, estos estudios han quedado enterrados en las revistas médicas debido al prejuicio general contra las grasas saturadas. Mientras, los estudios que más han sobresalido son los que asocian el consumo de grasas saturadas con la enfermedad cardiovascular, la diabetes y el cáncer.
Aunque los beneficios para la salud de los aceites de coco y palma son cada vez más evidentes por estudios de investigación, la mayoría del mundo piensa sobre ellos como productos insalubres. Esto es por su contenido en grasas saturadas, debido a las campañas negativas que han prevalecido durante décadas frente a este tipo de grasas. Esta mentalidad prevalece, incluso, en los países africanos donde los citados aceites han sido la base de la alimentación desde la antigüedad.
Los mensajes de muchos investigadores de la salud indican, en general, que un patrón dietético saludable, en lugar de los nutrientes individuales, es beneficioso en la búsqueda de una mejor salud. En este contexto, las recomendaciones que ponen un énfasis exagerado en la exclusión o inclusión de cualquier alimento o nutriente no es aconsejable. Por lo tanto, los profesionales de la salud, especialmente dietistas y nutricionistas, tienen un papel clave en educar a los consumidores sobre los patrones de alimentación saludable en general. Esto incluye el uso apropiado de los aceites vegetales ricos en grasas saturadas.
Las industrias de los aceites de coco y palma en los países en vías de desarrollo proveen alimentos, materias primas, ingresos y empleo para el crecimiento de estas naciones. Algunas investigaciones han proporcionado la base para la producción y el uso de estos aceites en África. Sin embargo, aún queda por hacer un trabajo más específico para encontrar soluciones innovadoras para rentabilizar las industrias de aceite de palma y de coco a largo plazo, así como evaluar sus beneficios e impactos en la salud humana, la industria y el medio ambiente.
Conclusión
Como conclusión, sobre la base de sus efectos desfavorables sobre el colesterol LDL, debemos recomendar la reducción del consumo de grasas saturadas. Tanto de origen animal como vegetal, pues la mayoría de los datos apuntan a que son negativas para la salud cardiovascular. Esto supone reducir el consumo de aceite de palma o, lo que es lo mismo, disminuir la ingesta de alimentos procesados. Por ejemplo, patatas envasadas, snacks y dulces y bollería industriales.
La grasa saturada debería, sin duda, consumirse con moderación y reemplazada por grasas insaturadas donde sea posible. Para ello, se recomienda aumentar la ingesta de pescado azul, aceite de oliva y frutos secos (sobre todo nueces, avellanas y almendras). Si a esto se le añade el consumo abundante de frutas y verduras frescas, se completará una perfecta alimentación cardiosaludable.
Sin embargo, habría que estudiar con más detenimiento las consecuencias de la eliminación del aceite de palma del consumo humano. La guerra contra este aceite es tal que mucha gente considera dañinos los productos cosméticos y de higiene personal que lo contienen. No está demostrado que sea tóxico en este sentido. Parece probado que es negativo para la salud cardiovascular cuando se consume en la alimentación, pero no está demostrado que haya que eliminarlo totalmente.
Por último, habrá que valorar las consecuencias que tiene la reducción del cultivo de palma y coco en las economías de los países que lo producen. Hay que tener en cuenta que son países tropicales todavía en desarrollo. Asimismo, habrá que preguntarse a quién beneficia la decisión de eliminar el aceite de palma de los productos comerciales. Probablemente se potenciará el consumo de alimentos proveniente de los países más ricos.