El test de provocación farmacológica es una prueba diagnóstica en la que se administra un fármaco, generalmente por vía intravenosa, con la intención de provocar una reacción en un paciente monitorizado, habitualmente mediante un electrocardiograma, y así valorar el riesgo de complicaciones de una patología concreta.
¿Para qué se utiliza?:
Se emplea, fundamentalmente, en pacientes con alteraciones electrocardiográficos que sugieren la existencia de un riesgo de arritmia cardiaca, como ocurre en el síndrome de Brugada o en el de Wolf-Parkinson-White. La intención de la prueba es la de provocar cambios en el electrocardiograma que permitan valorar la probabilidad de que el paciente sufra una arritmia grave. Así, por ejemplo, la aparición de la forma maligna del patrón electrocardiográfico de Brugada tras la administración de un antiarrítmico por vía intravenosa, debe conducir a estudios más precisos para concretar el riesgo real de arritmia grave.
¿Cómo se realiza?:
La prueba no suele requerir una complicada preparación. El cardiólogo indicará al paciente las medidas a tomar antes de su realización. En algunos casos, se requerirá que suspenda alguno de los medicamentos que recibe. Al paciente se le tumbará en una camilla y se le colocarán los electrodos para la monitorización electrocardiográfica. Además, se le pondrá un manguito de presión en un brazo, para el control de la tensión arterial durante el procedimiento. En el otro brazo, se le canalizará una vía intravenosa para la administración del fármaco. En todo momento, el cardiólogo vigilará el electrocardiograma para detectar los cambios que se buscan. Durante la mayor parte del estudio, el paciente deberá permanecer inmóvil. Al final, se le mantendrá en observación hasta que el efecto del fármaco administrado se haya reducido significativamente.
¿Cuáles son sus beneficios y riesgos?:
Un test de provocación farmacológica se indica cuando se sospecha que existe una alteración subyacente que puede suponer un riesgo importante de complicaciones cardiacas. Gracias a este tipo de pruebas es posible descubrir pacientes con alto riesgo que de otra manera pasarían desapercibidos. Se trata de una prueba que no produce, habitualmente, efectos negativos importantes sobre la salud del paciente. No es raro que el fármaco administrado provoque ciertas molestias, generalmente ligeras, pero el riesgo de complicaciones serias es bajo.