La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por el aumento de la glucosa en la sangre debido a disminución de la secreción de insulina o a deficiencia de su efecto reductor de la glucemia. Se considera diabetes cuando la glucemia basal es superior a 125 mg/dl, mientras que se denomina «glucemia basal alterada» cuando la glucosa en sangre está entre 110 y 125 mg/dl.
Pero la diabetes no es solo una concentración elevada de glucosa en la sangre, sino que también incluye otras alteraciones, que son más importantes, principalmente la ateromatosis, la cual obstruye las arterias y termina produciendo infarto de miocardio, ictus, insuficiencia renal, retinopatía y falta de riego en las extremidades inferiores que puede terminar en amputaciones. La mayoría de los casos de diabetes, aproximadamente el 90%, son de tipo II, que es más típica de personas mayores y es debida, fundamentalmente, a disminución de la respuesta a la insulina.
Solo el 10% de los casos de diabetes son de tipo I, la cual suele aparecer en personas jóvenes y es consecuencia de la destrucción de las células beta del páncreas, que son las que producen la insulina. La mayor parte de los esfuerzos hechos en la investigación de la diabetes se han orientado al control de la glucosa en sangre, esperando que esto permitiera reducir sus consecuencias, pero los resultados no han sido como se deseaban.
La epidemia
El antiguo punto de corte de la definición de diabetes estaba en 140 mg/dl, pero se redujo en 1997 a 125 mg/dl aduciéndose que ya a esos valores se observaba un aumento en el riesgo de complicaciones vasculares. Incluso, los valores menores, en el rango de la denominada glucemia basal alterada, también parece que incrementan el riesgo cardiovascular.
Los cambios en estos puntos de corte hicieron que, de la noche a la mañana, millones de personas en todo el mundo pasaran a ser diabéticos o pre-diabéticos. Fue una verdadera epidemia. Además, esto se ha visto intensificado por el hecho de que el número creciente de casos de diabetes y pre-diabetes va estrechamente ligado al aumento de la incidencia de obesidad, sedentarismo y envejecimiento de la población.
El negocio
Dado que los diabéticos presentan un riesgo cardiovascular elevado, especialmente los que tienen muy mal control glucémico, se consideró que todos los que entraban dentro de los nuevos criterios debían ser tratados con medicación. Se abría la veda del negocio; más enfermos, más necesidad de medicación, más ingresos para la industria farmacéutica.
Años más tarde, en 2008, una declaración de endocrinólogos recomendaba tratar también con fármacos a los pacientes pre-diabéticos si la dieta y el ejercicio no conseguían reducir el azúcar en sangre. El negocio se disparó. La investigación se intensificó y fueron saliendo cada vez más medicamentos antidiabéticos. En 2013, las ventas de estos medicamentos alcanzaron 23.000 millones de dólares.
Los efectos de los fármacos
Entre 2004 y 2013, se comercializaron unos 30 nuevos medicamentos para la diabetes, con los cuales se habían hecho diferentes estudios, pero ninguno de ellos demostró que podían reducir las complicaciones fundamentales de la enfermedad, tales como el infarto de miocardio, ictus, ceguera, insuficiencia renal o amputaciones de extremidades inferiores. La introducción de estos medicamentos en el mercado mundial se basó en su capacidad para reducir el azúcar en sangre, no es sus efectos sobre las complicaciones de la diabetes.
Por lo tanto, ¿era necesario introducir tantos de los nuevos fármacos?, ¿o podía haber sido suficiente con los que ya existían, que eran mucho más baratos y también simplemente reducían la glucemia?. Todos los medicamentos antidiabéticos eran de dudoso beneficio, y algunos podían ser dañinos. Muchos de los nuevos medicamentos antidiabéticos pueden causar efectos secundarios graves, como problemas del corazón y cáncer. Además, las sobredosis son muy frecuentes, y son la causa de muchas visitas a las salas de urgencias cada año por personas con niveles peligrosamente bajos de azúcar en sangre.
Los desarrollos posteriores han permitido obtener fármacos más efectivos y con menos efectos secundarios. Con algunos, incluso, se ha conseguido reducir las complicaciones de la diabetes y prolongar la supervivencia de los pacientes. Pero el problema sigue siendo a partir de qué valores de glucosa en sangre (valorada fundamentalmente a través de la hemoglobina glicosilada) hay que empezar a utilizar estos fármacos.
La corrupción
El número de personas con diabetes o pre-diabetes que son candidatos a tratamiento con fármacos antidiabéticos parece que ha sido magnificado por las organizaciones médicas y por los médicos con vínculos financieros con las compañías farmacéuticas. Según una investigación (Milwaukee Journal Sentinel MedPage), los grupos de expertos que hicieron los cambios en los umbrales de glucemia para el diagnóstico de diabetes, recibieron varios millones de dólares provenientes de las empresas farmacéuticas que elaboran medicamentos para la diabetes.
En la citada investigación se comprobó que 13 de los 19 miembros de uno de los comités recibieron más de 2 millones de dólares por presentaciones y consultorías desde 2009. De los 14 expertos de otro de los paneles, nueve trabajaban como oradores, consultores y asesores de empresas que hacen medicamentos para la diabetes. Las asociaciones científicas relacionadas con la diabetes recibieron también muchos millones.
Una de esas asociaciones ingresó más de 6 millones de dólares de las compañías farmacéuticas en 2002. Hasta un documento de una importante asociación muestra que recibió más de 7 millones de dólares de dichas compañías sólo en 2004. De los 17 miembros del grupo que recomendó tratar con fármacos también a las personas prediabéticas, 13 trabajaban como oradores y consultores de empresas que hacen medicamentos para la diabetes. En 2013, una de las asociaciones recibió más de 8 millones de la industria farmacéutica. Trece de los médicos representantes de esa asociación, incluido su presidente, trabajaron como consultores, portavoces o asesores de dichas empresas.